miércoles, 24 de julio de 2013

Paolo Sollier.


Paolo Sollier, conocido como Ho-Chi-Minh.


Paolo Sollier, el futbolista obrero

Como sucedió con el caso de Paul Breitner, extrañan los futbolistas con ideas progresistas y comprometidos con ideales izquierdistas, hasta cuasirevolucionarios. En la Italia de los años 60, destacó el caso de Paolo Sollier. Un futbolista, que fue escalando desde el fútbol modesto, y que anteriormente había trabajado como mecánico en las fabricas de automoviles de la FIAT, una de las compañías de mayor implantación en Italia.
Era una Italia convulsa, cuyo sistema político siempre se ha encontrado con una difícil gobernanza y de equilibrio de partidos. En los años 60, el Partido Comunista Italiano ostentaba una fuerza importante. Unos resultados que normalmente superaban el 25% de los escrutinios, llegando incluso a un 34,4% en 1976. Casi siempre la segunda fuerza política. Siempre en la oposición, bloqueado su acceso al gobierno. Italia, todavía veía la lucha social de manera activa. Los obreros se organizaban y planteaban sus demandas. Las huelgas y actos políticos eran constantes... Los enfrentamientos con patronal y el gobierno duros... Eran otros años de lucha de clases y acción social.
Sollier, comenzó a formar su ideología. Se aproximó a la izquierda extraparlamentaria. Llegó a militar en "Avanguardia Operaia", después tomó parte en la fundación de "Democracia Proletaria", partido que llegó a alcanzar representación en la década de los 70. Pero Sollier, además de estas inquietudes, comenzó a escalar en el fútbol... De jugar como centrocampista en la serie C con Cosatesse y el histórico Pro Vercelli, firmó por el Perugia en la serie B y logró el primer ascenso a la máxima categoría del club en 1975. El fútbolista obrero alcanzaba la máxima categoría, donde disputaría 21 encuentros. Su saludo con el puño en alto ya era famoso. Pero celebre fue cuando decidió realizarlo en el Comunale de Torino, en un encuentro ante la Juventus, con la familia Agnelli, propietaria del club turines, de la empresa FIAT donde Sollier trabajaba y una de las más adineradas de Italia se encontraba en el palco. Un acto de reivindicación en pleno estadio visitante.
Por supuesto, el saludo de Sollier despertó curiosidad. Agasajado como un semiheroe por los que compartían su ideología, era despreciado por los de la contraria. En particular, nuevamente, la afición del Lazio. En alguna ocasión Sollier llegó a referirse a ella: "“No es correcto hablar de fans del Lazio. Es mejor hablar de los fascistas del Lazio. Me gritaron “Verdugo Sollier”, esa gentuza de mierda, los muy bastardos, haciendo el saludo fascista. Entré en el estadio tranquilamente. Si hubiera alzado el puño, hubieran conseguido llamar la atención con sus insultos. Tenía miedo, estaba temblando. En ese momento quería tener un fusil para matarlos a todos”.

La campaña en serie A fue breve. Sollier firmó por el Rimini en Serie B y luego acabó sus carrera regresando a serie C, con el Cosatesse, Pro Vercelli o el Biellese. En el tiempo que duró su etapa como jugador, no quiso abandonar su profesión de peón. El vestuario, la pelota y el fútbol era otro mundo. Otra esfera, alejada de la realidad de la calle. Y Sollier no quiso alejarse de ella.

En su etapa en el Perugia, a algunos compañeros trató de acercarlos al compromiso político y organizar algún colectivo de futbolistas, pero no tuvo éxito. Aseguró que salvo Gianni Rivera, diputado y miembro de El Olivo,  pocos eran los jugadores interesados en la política. Sollier, al final acabó colgando las botas, comprometido con su gente y a gusto con sus ideales. Trabajó como escritor, entrenador de fútbol base y ha publicado un libro. Sin abandonar sus pensamientos.











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